sábado, 18 de agosto de 2012

Mi casa. La casa de mis padres, donde yo vivía

Vivíamos en un 5º piso de una calle de un buen barrio  de Madrid.
Una de esas calles con las aceras llenas de acacias burguesas, que decía Umbral.
Pero el Madrid de los 60 /70 era muy distinto del Madrid de ahora. 
Ya por entonces nosotros no jugábamos en la calle. Mi padre, el coleccionista de libros, era obsesivo con nuestra protección y cuidado.
Sólo salíamos con las chicas de servicio a la Plaza de las Salesas. Allí era lo más lejos que se nos permitía salir y siempre acompañados, a pesar de que nuestro barrio era un barrio tranquilo donde nunca pasaba nada y donde apenas pasaban coches por las calles.
En nuestro edificio había un piso por planta. Eran unos pisos espaciosísimos. Pero las medidas y los espacios de entonces eran completamente diferentes a los de ahora. Las habitaciones no medían lo mismo a pesar de tener los mismos metros. Nadie se quejaba por falta de espacio o de intimidad. Había lo que había y uno se adaptaba sin más.
En mi casa/piso compartíamos habitación con uno o dos hermanos, había un sólo cuarto de baño completo y un aseo, un salón comedor que sólo se usaba los domingos para comer juntos la espantosa paella que hacía mi madre  y un cuarto de estar donde veíamos la televisión.
Algunos tenía dormitorio con ventana, otros teníamos dormitorios que daban a otra habitación que era la que tenía la ventana, a patios interiores . Sólo había tres ventanas grandes con un balcón corrido que eran exteriores.
Desde allí veíamos el mundo mis hermanos y yo.
Don Ani, el vecino del 1º, se compró un coche a principios de los 70 que aparcaba siempre en la puerta de ntro edificio. Si alguien se le adelantaba y le cogía ese sitio designado para él ( según creía) , Don Ani se situaba en doble fila , sacaba su periódico y esperaba y esperaba y esperaba hasta que el sitio quedaba libre. Como vivían en el primero, su mujer le hablaba desde el balcón y le preguntaba qué quería cenar, qué tal le había ido en el trabajo, etc, etc...De tal manera que todos conocíamos la agenda diaria del pobre Don Ani.
A veces se dormía dentro del coche y entonces todos los que observaban desde sus ventanas gritaban: !Don Ani, Don Ani....el sitio , que está libre su sitio!!!!!! hasta que se despertaba y lograba aparcarlo con grandes apuros,  porque era un pésimo conductor.
Salía de su coche , se metía en el portal y al cabo de varios minutos y ya con el batín puesto, volvía a salir para comprobar que todas las puertas del coche estaban correctamente cerradas.
Así un día y otro y otro porque el tiempo, entonces, tampoco era tan escaso como es ahora. El tiempo como el espacio  también era distinto.
En el mismo edifico, en los bajos, había tres tiendas. La tienda de ultramarinos del Sr Jerónimo, que olía a legumbres y a vino rancio. El Sr. Jerónimo era bajito, muy bajito y tenía bigote y una mujer, la Sra Seve, que era tan bajita y tenía tanto bigote como él.
La tienda tenía una entrada por la calle y otra entrada por el portal del edificio.
Cuando se necesitaba sal, azucar, café o lo que fuera y era un día festivo, mi madre le llamaba por el patio y él , molesto y harto (supongo) , nos abría por la puerta de dentro y nos daba la mercancia que necesitábamos.
Al lado había otra tienda de huevos y patatas. Era la tienda de la Angelita. Angelita vestía de negro y era inmesamente gorda. Vivía con su madre, Petra,   y con su marido . El marido de Angelita era un hombre afable y elegante. Nunca supe dónde trabajaba ni que hacía pero siempre me sorprendió que viviera con esa mujer tan gorda y tan fea y con esa suegra, siempre sentada detrás de las patatas y de los huevos, que nunca hablaba.
Mis hermanos la odiaban porque cuando llegaban del colegio Angelita salía a la calle y les increpaba: !!! Fernando, Jaime,  Jorge...... que te has dejado los huevos aquí otra vez!!!!! Que siempre te pasa lo mismo...que te subas los huevos....!!!.
Las niñas del barrio esperaban la llegada de mis hermanos del colegio para reirse de ellos mientras Angelita les gritaba.  Y eso un día tras otro. Juraron asesinarla y estudiaban cuál  sería la mejor y menos dolorosa forma de cargársela sin dejar huellas para que la policía nos les descubriera ni se enterara mi padre, por supuesto, tampoco.
Angelita murió sóla. En su tienda de patatas. Se cayó y no pudo levantarse .No llegó al teléfono y no pudo pedir ayuda.
Un fuerte olor a podrido y su cierre sin abrir durante días mosquearon al vecindario. Los servicios de urgencia no pudieron hacer nada.
Mi madre siempre tuvo dudas de que hubieran sido mis hermanos los culpables. Nunca se supo.
Pobre Angelita.
En el tercer local había un zapatero remendón y su cuñada, Patri, que cogía puntos a las medias.
También eran muy bajitos , como el Sr Jerónimo y la Sra Seve y también vivían en la trastienda que era pequeña, oscura y no tenía ventilación. Allí el zapatero y su mujer, con la ayuda de Patri, criaron a sus tres hijos hasta que fueron mayores.
Así era el mundo entonces.
Nosotros nos tratábamos con ellos y también con los hijos de los porteros que vivían en un mísero chiscón del sótano de la casa y además éramos amigos, pero cada uno sabía quién era, de dónde venía y qué nos diferenciaba. Las clases sociales eran las  clases sociales y también, como el espacio y el tiempo, se medían de otra manera.

Mañana más

3 comentarios:

  1. Has tardado Isolda. Echaba de menos tus historias. Estarías ocupada en algo importante supongo.

    ResponderEliminar
  2. Isolda..... tu casa merecía que hubieran hecho un comic, bueno un TBO, como se decía entonces. La rue del Percebe se queda corta al lado de una casa como la tuya. ¿Cómo eran el resto de vecinos?,¿ y los del 6º, los del 3º y los del 4ª????. ¿Vivía alguien en el 2º piso?.
    Sigue, sigue, porfa.

    ResponderEliminar
  3. Ya es mańana y no hay nada mas!!!!!!

    ResponderEliminar