martes, 21 de agosto de 2012

Como ya dije hace unos días....



Como ya dije hace unos días,  mi familia vivía en el 5º piso de un edificio de una calle burguesa de Madrid. El piso nunca fue nuestro. Entonces lo normal era alquilar .

Mi padre, que además de coleccionar libros, era lo más inútil que el mundo ha conocido para las cuestiones de las finanzas, nunca quiso comprar aquel piso de 300 m2 a pesar de que en muchas ocasiones el propietario le ofreció el piso a él y a todos los demás vecinos por  precios irrisorios, incluso para aquella época.

Ningún vecino quiso comprar...¿Para qué?¿ Para qué comprar un piso por 1.000.000 de pesetas que ahora costaría por lo menos 1.000.000 de euros (incluso con la crisis y la prima de riesgo  por las nubes, la intervención , el rescate , el secuestro,  la estafa, el abuso, el engaño y todo eso que tenemos encima desde hace unos meses)? ¿Para qué?
¿ Qué sentido tenía comprar un piso ?¡Qué tontería !

Mi padre era así, un" gran negociante" decía mi madre ridiculizándolo,  pero aún eran peor el resto de vecinos de aquel inmueble burgués .

Don Ani tenía bastante con preocuparse por encontrar diariamente su sitio libre para aparcar su coche.

El resto de peculiares vecinos no se plantearon nunca esa posibilidad. ¡Qué barbaridad ! ¡Comprar el piso! ¡Si el piso era practicamente de ellos ! O al menos así lo creían.

En el 4º vivian dos hermanos gays , educados , correctos y discretos, pero mi padre siempre advertía a mis hermanos varones que si los del 4ª subía en el ascensor y ellos se los encontraban en el portal  que subieran mejor andando. Nunca entendimos por qué...pero mi padre insistía e insistía cada día:
"Las niñas que suban, que para eso son mujeres y se cansan más, pero vosotros andando, si os encontráis con los del 4º,subís la escalera andando...y así hacéis piernas".
De manera que si mis pobres hermanos se encontraban con los del 4ª  llegaban al 5º agotados y asustados y sin entender (supongo) ese misterio terrible que envolvía a los vecinos .

En el 6º vivía una buena señora apodada Popeye. Siempre de la misma edad. No envejecía porque siempre fue vieja.
Delgada, delgadísima,  parecía imposible que pudiera sostenerse sobre sus famélicas piernas. Popeye siempre subía andando. Jamás cogía el ascensor. No sé si por miedo a aquel trasto que sólo admitía viajeros para subir (bajar en él estaba terminantemente prohibido) , porque quería desarrollar músculo en aquellas cadavéricas piernas o porque había oído a mi padre en algún momento la advertencia a mis hermanos y pensaba que algo raro podía ocurrir en aquel ascensor.

Nosotros éramos los únicos niños del inmueble además de los hijos de los porteros, pero esos contaban menos. Supongo que seríamos molestos y ruidosos pero nos tenían cariño, nos daban caramelos, nos preguntaban por los estudios  y entre todos los vecinos "guardaban" nuestros juguetes de Reyes para que mis padres pudieran mantener el secreto y la intriga  hasta ese día. Buena gente.

La portera también era singular y cotilla como buena portera que se precie y cumpla con su trabajo como Dios manda. Se llamaba Concha . Tenía muchos hijos e hijas que jugaban con nosotros en nuestra casa. Y heredaban nuestra ropa y compartían secretos,  pero ellos eran ellos y nosotros éramos nosotros. Cada uno en el lugar que le había tocado en la vida. Nadie se planteaba por qué. Ellos vivían en un chiscón insálubre y oscuro del sótano y nosotros en un magnífico y espacioso 5º piso. 

Desde la ventana de la cocina, que daba a un patio donde se colgaba la ropa, mi madre hablaba con el resto de las vecinas /os . Como no había móviles, ni inalámbricos, ni Iphone, ni sms, ni wa, éste era el mejor  y más rápido sistema de comunicación . También se cotilleaba mucho y se escuchaban los enfados del resto de los vecinos.

Supongo que todos los vecinos sabrían cuando llegaban las notas de mi hermana Anastasia, con sus  enormes suspensos habituales, por los gritos y amenazas de mi padre y los lloros de mi madre            
               o cuando mi hermano Fernando no quería comer y mi padre le mantenía sentado en la mesa hasta que ingería todo lo que se había cocinado ese día aunque llegaran las 10 de la noche y siguiéramos todos esperando,
                    o cuando la tía Julieta venía a comer con su dolor de pies, sus rollos y su vientre siempre con problemas,                    
                       o cuando mi abuela materna nos visitaba, con gran disgusto de mi padre que la aborrecía por el inmenso amor que la tenía mi madre,  y que él consideraba un amor inoportuno e infantil,
                     o cuando yo me eché un noviete al que prohibió bajo amenazas y  terminantemente cualquier contacto conmigo, nunca se supo muy bien por qué...
                           
                      o cuando otro de mis hermanos amenazaba con matar al sargento del campamento donde hacía la mili "universitaria" si llegaba el momento y se atrevía a molestarle ....
                                  
                   o cuando invadió nuestra casa la tragedia infinita de la muerte  -entonces se moría en casa- de una de mis hermanas, de una de nosotras,  tras una larga , asquerosa e injusta enfermedad  que paró durante meses nuestras risas, nuestros enfados, nuestras locuras y nos volvió a todos un poco diferentes ...




A partir de entonces todo fue distinto para los habitantes de aquel 5º piso.
La muerte modificó costumbres y definió personas y cambió nuestras vidas para siempre.

La vida misma. La muerte misma.











1 comentario:

  1. bueno Isolda.... Vaya dïa.... Estoy leyendo un libro de Javier Marias que me ha dejado una amiga (sin haberlo leido antes ella)... No me acuerdo muy bien del título. "Enamoramientos" o algo asi... Habla mucho de la muerte... Y me agobia a ratos... Y el recuerdo de mi amiga Reyes que me ha rondado todo el día.... Hoy ha sido un día de muerte definitivamente... Y con mas de 40 grados... Y se queja Asturias!

    ResponderEliminar