miércoles, 13 de febrero de 2013

Mi colegio de monjas


Cuando yo era pequeña iba a un colegio de monjas.
Entonces lo normal era que las niñas fuéramos a un colegio y los niños a otro,  más que nada para "no distraernos" mucho decía mi madre que siempre tenía esas salidas.
Mi colegio era un antiguo palacete del mismo barrio burgués donde vivíamos. A unos 10 minutos andando desde casa.




Entonces casi todos los niños comíamos en casa y volvíamos por la tarde al colegio. Con lo cual hacíamos el recorrido 4 veces cada día.

En invierno recuerdo el frío tremendo  y casi imposible de aguantar. No sé si porque hacía más frío que ahora o porque no teníamos los estupendos abrigos que hoy tiene cualquier niño.

Yo  , por fortuna, tenía siempre un buen anorak que me traía mi padre de sus frecuentes viajes a Austria (donde nos compraba los terribles sombreritos tiroleses que ya conté en otro capítulo y que tanto odiábamos mis hermanos y yo). Esos anoraks llamaban la atención porque entonces eran algo desconocido y único y a mí me servían de distinción frente al resto de niñas de mi colegio.
Sin embargo , y a pesar de ser originario de un país tan frío como ése, no abrigada lo que abrigan ahora hasta los abrigos de PRIMAR , que es lo más barato de lo más barato de lo más barato que existe en el mundo de la vestimenta actual.
Será porque los de ahora son de plástico puro no biodegradable y contaminate y elaborados con todo tipo de productos tóxicos para evitar la formación de mohos y  hongos y así no dejar pasar ni al frío porque es que... no me lo explico.
Aquellos preciosos y originales anoraks austriacos eran suaves, coloridos , ligeros y además llevaban bordados de colores. Mis hermanas y yo parecíamos esquimalas , pero esquimalas con frío . Supongo que una sensación  habitual para los habitantes de Esquimalandia o de donde sea que vivenlos esquimales.

Yo odiaba mi colegio, lo odiaba con todas mis fuerzas y odiaba a todas las monjas de mi colegio,  salvo a rarísimas excepciones.
Mi padre, un liberal , siempre quiso llevarnos a un colegio "laico" pero mi madre, siempre católica, apostólica y romana, hizo todo lo posible para que el deseo de mi padre no se cumpliera (como casi siempre hacía ) y olvidaba los plazos de matrículas en colegios como el Liceo Francés, el Británico, etc, etc,  que también eran colegios entonces cercanos a nuestra casa.
En cambio en los colegios de monjas y de curas siempre encontraba plaza y todo tipo de facilidades para poder inscribirnos.
Yo fui una buena niña, estudiosa y creo que , ahora que lo veo en la distancia, algo repelente. Sin embargo siempre tuve muchas amigas en este odioso colegio y formaba parte del grupo de populares de mi clase.
Josefina era la monja más temida por las niñas de mi colegio; delgada, baja, morena , con nariz afilada , rencorosa, descentrada, antipedagógica, inhumana, amargada.Todas fuimos sus víctimas alguna vez. Nadie se movía cuando la amargada Josefina entraba en nuestras clases,.nadie se atrevía. A mi me llamaba "el gallito de la clase" e insistía sin cesar en que a mi "me iba a bajar la cresta"....No me podía ver .
En los recreos y cuando ya éramos chicas de bachillerato nos subíamos a la azotea y fumábamos sin parar. Yo me mareaba siempre pero no me atrevía a decir que no a los pitillos que me ofrecían mis compañeras porque eso hubiera sido un descenso enorme en mi reputación.
Las niñas de mi colegio eran, en general, niñas del barrio. Clase media o media acomodada.  Casi todas estudiamos en la Universidad después de nuestro paso por el colegio y hoy sé que muchas de mis compañeras están bastante bien situadas profesionalmente hablando. Fuimos de las primeras generaciones de mujeres en España para las que lo normal era el acceso a la Universidad. Casi ninguna de nuestras madres tenía una licenciatura universitaria y además fuimos muy "disciplinadas" por las costumbres machistas de la época ,que casi asumimos como normales. Nosotras ayudábamos a nuestras madres los fines de semana en las labores del hogar mientras los chicos de la familia descansaban o veían la tele. Hacíamos nuestras camas y las suyas, recogíamos nuestros platos y vasos tras las comidas y los platos y vasos de ellos, fregábamos y , por supuesto, cuidábamos de nuestros hermanos pequeños además de estudiar. Y nos parecía lo más normal del mundo. Nos educaron para ser dependientes , a pesar de todo lo que estudiábamos y nos preparábamos y hemos sido de las últimas generaciones de españolas que hemos soportado casi solas y sin mucha ayuda del hombre , nuestro  trabajo profesional y el trabajo de la casa y de los hijos.
En cuanto al sexo, aprendimos todo de oídas, mal y torpemente. Josefina, la odiosa , nos decía siempre en los patios cuando veía que nos abrazábamos entre amiga:, "Cuidado....que luego vienen las consecuencias..." . Hasta que no fui muy mayor no entendí que quería decirnos  la  odiosa Josefna con esas palabras. Qué tremendo !!!!
Una de mis hermanas, Emma , era una niña díscola y graciosa. Infinitamente buena. Un día "robó" un cuaderno de notas de una de las profesoras y cambió a su gusto y manera las clasificacioness de todas la niñas de su clase añadiendo varios puntos de más a todas.Como era pequeña y torpe, enseguida se vio el intento de plagio. Las monjas reunieron a toda la clase y prometieron que si la autora se confesaba libremente de su mala acción no habría ningún castigo para ella ni para ninguna de sus compañeras. Mi hermana Emma, con el susto y la confianza típicos de los 8 o 9 años se autoproclamó publicamente la autora del delito.
No sólo fue amonestada y avergonzada y "lapidada" delante de todo el colegio, también fue expulsada durante una semana . Pero los colegios de entonces eran tan diferentes que cuando llamaron a mi madre para informarle del asunto  fui yo la que cogí el teléfono y haciéndome pasar por ella les agradecí la información prometiéndoles un castigo ejemplar también en casa. Mi madre nunca se enteró. Mi padre, tampoco. La hubiera matado.
Emma salía conmigo de casa cada mañana para asistir al colegio . Esperaba en un banco de la calle de donde yo la recogía para volver a casa a comer y lo mismo por las tardes. Supongo que se aburrió muchísimo y que pasó frío y hambre durante todos esos días , pero nunca nadie se enteró y nunca nadie del vecindario se preguntó qué hacía una pobre niña de esa edad sentada en un banco durante toda una semana...
Nada era igual que ahora. Los colegios y  los niños y las niñas tampoco.



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